EL CIRUJA

Julio, perdóneme si le interrumpo algo que esté haciendo en este momento pero es inevitable que yo le escriba esta carta. Inevitable como que mi perro ladre cuando tocan la puerta de la casa, inevitable como que yo esparza mantequilla sobre el pan; Julio lo que le quiero decir es que yo a usted no lo puedo evitar, no puedo evitar leerlo con la esperanza de que usted me va a dar algo; pero mas que a dar es a devolver todo lo que me quita el día, usted Julio me entrega su manera y es como si me sacara de otras maneras anteriores, usted es lo nuevo, usted es lo simple, la ubicación que siempre busqué. ¿Cómo volver a esas maneras antiguas sin que yo piense en usted? Siento que ya no puedo salirme de la vida que usted me mostró. Seria como retroceder en el tiempo, seria como si me cortara la respiración.
Podría pasarme la vida entera leyendo sus cuentos y seria como pasarme la vida entera sin una preocupación, seria pasarme la vida siendo eso que se llama surealista. Como quisiera que siguieras aquí, un poco en París, un poco en Buenos Aires, un poco con tu maquina de escribir.
Gracias Julio, donde quiera que estés, por enseñarme que una mesa es todo menos una mesa.

Daniel Sánchez
Itagüí, Noviembre 2009